martes, 29 de octubre de 2019

La Maltos

La Maltos, mujer de antiguo linaje convertida en leyenda


El primer Malto en el siglo XVI fue el cacique Huachichil Mocuamalto quien tras trabar amistad con Fray Diego de la Magdalena hizo la paz con los españoles, adoptó como suya la religión católica y recibió el Bautizo con el nombre de Diego y el apellido de Malto, recibiendo Hidalguía que era un reconocimiento o título de Nobleza otorgado por la corona española que le daba reconocimiento como señor Don dueño de un señorío libre de gravamen hereditario a toda su descendencia con derecho a montar a caballo, portar armas y servir al Rey.
El Señorío de Don Diego de Malto fueron las terceras al norte de Santiago y Tlaxcala después de haber entregado el Sitio de San Luis que se ubicaba en el Centro de la actual Ciudad alrededor de los ojos de agua que derramaban donde actualmente es con mucho mérito la plaza de los fundadores.
Don Diego de Malto participó en muchas contiendas bélicas al lado del Capitán Caldera, conoció el valor del oro y la plata, convirtiéndose en hombre rico por sus grandes servicios a la corona y no conforme con vivir en las lejanías de la ciudad adquirió propiedades en el pueblo de San Luis Potosí donde creció su descendencia que curiosamente no resultó muy prolífica pero duró dos siglos.
Se cuenta que procreó dos hijas y un varón y este a su vez dos hijas y un varón y así los varones solo procreaban un varón y así hasta el siglo XVIII quedaron dos mujeres y un varón, gente culta y muy rica, socialmente reconocidos y apreciados, de quienes nadie recordaba ya su origen huachichil.
El hermano varón decidió ser sacerdote, terminando con él la dinastía Malto o de los Maltos como fueron llamados desde un principio los hijos y descendientes de Mocuamalto o Don Diego de Malto. Prueba de la existencia de Juan Maltos se encuentra en documentos firmados por él y que se encuentran en los archivos de la parroquia de la Compañía.
De las hermanas se dice que nunca se casaron eran propietarias del predio que actualmente ocupan las manzanas comprendidas desde Damián Carmona hasta Bolívar, haciendo cuadro desde Carranza hasta Julián de los Reyes. En esa gran extensión urbana vivían las dos hermanas Maltos, mujeres de buen corazón i gran riqueza dedicadas a obras pías.
Antigua calle de Maltos actualmente Venustiano Carranza
Se cuenta que una de ellas pertenecía a la Santa Inquisición, cosa poco probable ya que en ese tiempo las mujeres no eran consideradas para la toma de decisiones ni dentro de la iglesia ni dentro del gobierno ni asunto público. Ellas recibían en su propiedad a mujeres que habían caído en desgracia, ya fuera por viudez u orfandad, les instruían en letras manualidades propias de la mujer en aquellos tiempos tales como costura y bordado amén de administración y cuidados del hogar, les conseguían marido y pagaban la dote. En pocas palabras eran toda una institución asistencial tan reconocidas que el tramo de la calle de Carranza que corre desde plaza de los Fundadores hasta la Calle de Simón Bolívar se le conoció durante más de un siglo como la calle de Maltos, aún a principios del siglo XX así se le llamaba, en algunos planos de la ciudad fechados a finales del siglo XIX se lee “Calle de Maltos”
Los Maltos se acabaron pero la memoria de ellos quedó en el imaginario popular y como suele suceder la historia se fue desvaneciendo hasta que en la primera mitad del siglo XX alguien con buena o mala intención quiso inmortalizar a una de ellas equiparándola con “La mulata de Córdoba” que pueden Uds. Leer en el Libro de Leyendas Potosinas de Mariano Aguilar.
Texto de Adrián René Contreras 
Dibujo de Joda Mejía
Fotografía colección particular
Bibliografía: Velázquez, Primo Feliciano; Historia de San Luis Potosí
                       Zarzosa, Jorge; El Brigadier