sábado, 17 de octubre de 2020

La Leyenda de La Bruja guachichil o de Tlaxcalilla

Por: Jaime Nigó

Esta es, por decirlo así, la primera leyenda de nuestro terruño, y en caso contrario una de las primeras leyendas del Real de Minas del Potosí. los españoles fundan con los chichimeca-guachichiles, que vivían ahí la villa de San Miguel Mexquitic,

Fue en el año de Gracia de Dios de 1591, el 14 de marzo, en que el Virrey Luis de Velasco (hijo), ordena que 400 familias tlaxcaltecas fueran llevadas a la Gran Chichimeca para que colonizaran la región y además enseñaran a los indígenas locales a establecer pueblos permanentes, a cultivar la tierra, a elaborar cerámica, las técnicas textiles, etc.

Las minas del cerro de San Pedro del Potosí se descubrieron en marzo de 1592,

pero la falta de agua en el cerro de San Pedro imposibilitó los asentamientos. A corta distancia se encontraba el puesto de San Luis, habitado por guachichiles y tlaxcaltecas, donde abundaba el agua. Así ellos fueron mandados a poblar Tlaxcalilla. Para así fundarse el pueblo de San Luis Potosí, el 3 de noviembre de 1592.

Fue siete años después se dio el siguiente sucedido, se cuenta que una mujer de la que ni siquiera se registra su nombre. Pues no fue bautizada, simplemente se le llamó La Bruja guachichil.

Esta anciana indígena, fue la primer revolucionaria (fallida, como tantos, pero idealista) de estas tierras tuneras, una chamana que fue seguida a pesar de todo y le tuvieron miedo, respeto, que no necesitó nombre y que pasó su juventud mientras se conquistaba esta región de Aridoamérica. Tlaxcala como muchos recordarán estaba aliada con los invasores, siendo este sitio donde se llegaron a juzgar a muchos indígenas.

Fue una anciana, de las últimas orgullosamente guachichiles, orgullosamente pura, hija del viento, quien ante el sucumbir de algunos guerreros de su pueblo.

Resulta que un domingo, el 18 de julio para ser exactos, ni guachichiles ni tlaxcaltecas fueron a misa. Hábil oradora, la bruja los convenció de ir a la iglesia pero no para oír al sacerdote, sino para destruir las imágenes y los adornos. Luego, les dijo, deberían ir a San Luis a matar a los invasores españoles, prometiendo vida eterna a los que lo hicieran. Le creyeron por su fama de resucitar a los muertos y transformarse y transformar a sus enemigos en coyote o venado.

No le duró mucho el gusto, aunque atemorizó a los españoles de San Luis, el justicia mayor, algo así como el procurador de justicia, Don Gabriel Ortiz Fuenmayor, viajó a Tlaxcala inmediatamente, no puede sustraerse a hacer la señal de la cruz, aunque lo disimula como si se atusara el bigote, no vaya a ser…

Acusada de hechicería y de llamar a los indios a levantarse en armas, fue juzgada y ahorcada en el entonces pueblo de Tlaxcala allá por 1599. (hace 412 años,) que alguien piense que es supersticioso, ni lo quiera Dios, mientras recuerda la pintura de la Señora Santa Ana que pende en el muro norte del templo del pueblo: la misma mirada hueca de unas cataratas blancas que está a punto de curar para siempre. Se abrió paso entre los asombrados indios y de los cabellos se llevó presa a la bruja. Acusada de hechicería y de llamar a los indios a levantarse en armas, fue juzgada y ahorcada en el entonces pueblo de Tlaxcala allá por 1599. (hace 412 años)

El abogado defensor basó su discurso en que la anciana estaba borracha, pero hasta el esposo de la mujer comentó que se transformaba en nahual.

La condenada tamborilea uno contra otro sus índices y cordiales, en el ritmo de la trompeta. Parece rezar, pero quienes la conocen saben que eso es justo lo último que haría. Otra reclamación del ave hace caer en muchos sudor frío, más el rostro de ella se queda impávido ante el graznar, acostumbrada a otras voces que no comprenden los extranjeros o que ni siquiera podrían pronunciar. Su corazón sigue latiendo sin pedir permiso, sin desbocarse.

No puede hacer un hechizo para escapar, como la acusan, ni está borracha o ha comido peyote como habían dicho tratando de defenderla. No quiso comer en el poco tiempo que le dieron entre el juicio y la ejecución. Apenas le dio un breve trago a una jícara de mezcal con hojasén que le pasó Guaxcamá cuando dictaron la sentencia. El temor de los españoles pudo más, ese mismo día, el justicia mayor, Don Gabriel Ortiz de Fuenmayor, la juzgó y mandó su ahorcamiento apenas al amanecer del lunes 19 de julio de 1599.

Y en ayunas la habían traído a la horca, paso a paso, para que todos oyeran el delito que conocían de sobra, para escarmiento de la indiada, para consolidar con este desfile el nuevo orden de estas tierras.

Con don Gabriel vestido con telas de la Península y su pertrecho militar reluciente, al frente, flanqueado por dos guardias de casco guerrero y la vieja de pie en una carreta descubierta, con una manta gris y raída como único tapujo de sus cueros, custodiada por cuatro jinetes en cabalgaduras de diversos colores.

La vieja les gritó; Al dios de los blancos, recuerden, que lo mataron con un juicio igual de injusto, pero era su destino… Como el mío, tal vez. ..Ese Dios pidió perdonar a los que lo mataron, porque no sabían lo que hacían, pero para mi la ignorancia no es pretexto. Me dan lástima, coraje, ternura casi… Bola de agachones, espero que algún día se les quite.

No le importan los gritos que para lucirse le lanza con su voz más ronca Fray Diego Granados, crucifijo en alto —quien se imagina a sí mismo haciendo historia, como un ser que proyecta rayos de luz, digno de ser ilustración de algún libro sobre fe, instándole al arrepentimiento. Ni las cuatrocientas voces de la multitud de indios que en sus lenguas nativas

—Tarascos, Tlaxcaltecas, Otomíes, Pames, Guachichiles— claman por partes iguales que la cuelguen o que la liberen, y que a los blancos les parece un clamor hereje, una rumorosa ola sin significado que por sus efectos intimidantes hay que parar de golpe, una enfermedad que se debe cortar de tajo para la propia sobrevivencia de la ciudad fundada apenas siete años atrás, en 1592.

La ahorcaron en el camino entre San Luis y Tlaxcala. (no se sabe la ubicación exacta, pero usted se la puede imaginar). Aún cuentan que se transformaba en coyote para agenciarse comida, que hablaba con los árboles, plantas, animales, que podía levitar, pero su mayor poder era el de sus palabras y se han gestado mil leyendas alrededor de este personaje real, como consta en las actas del juicio.

Esta historia consta en el expediente del juicio con el que la juzgaron unas horas después, por hechicería y por matar a un indio, publicado en forma íntegra en el libro Documentos sobre el capitán y justicia mayor Gabriel Ortiz de Fuenmayor, de José Ignacio Urquiola Permisan, publicado por El Colegio de San Luis (2004). Se habla de apariciones, transformaciones, muertes sin motivo aparente, una vida mejor junto a La Laguna. Españoles, tarascos, guachichiles y tlaxcaltecas dan su versión y sólo ella parece creer en que todo era para bien y en la novela, “No morirán del todo”, sobre esta anciana indígena, sobre la primera revolucionaria.

Investigación y texto de Jaime Nigó

Dibujo de autor no conocido

1 comentario:

Unknown dijo...

Ojalá sigan publicando más relatos