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La Maltos, mujer de antiguo linaje convertida en leyenda |
El primer Malto en el siglo XVI fue el cacique Huachichil Mocuamalto quien tras trabar amistad con Fray Diego de la Magdalena hizo la paz con los españoles, adoptó como suya la religión católica y recibió el Bautizo con el nombre de Diego y el apellido de Malto, recibiendo Hidalguía que era un reconocimiento o título de Nobleza otorgado por la corona española que le daba reconocimiento como señor Don dueño de un señorío libre de gravamen hereditario a toda su descendencia con derecho a montar a caballo, portar armas y servir al Rey.
El Señorío de Don Diego de
Malto fueron las terceras al norte de Santiago y Tlaxcala después de haber
entregado el Sitio de San Luis que se ubicaba en el Centro de la actual Ciudad
alrededor de los ojos de agua que derramaban donde actualmente es con mucho
mérito la plaza de los fundadores.
Don Diego de Malto
participó en muchas contiendas bélicas al lado del Capitán Caldera, conoció el
valor del oro y la plata, convirtiéndose en hombre rico por sus grandes
servicios a la corona y no conforme con vivir en las lejanías de la ciudad
adquirió propiedades en el pueblo de San Luis Potosí donde creció su
descendencia que curiosamente no resultó muy prolífica pero duró dos siglos.
Se cuenta que procreó dos
hijas y un varón y este a su vez dos hijas y un varón y así los varones solo
procreaban un varón y así hasta el siglo XVIII quedaron dos mujeres y un varón,
gente culta y muy rica, socialmente reconocidos y apreciados, de quienes nadie
recordaba ya su origen huachichil.
El hermano varón decidió
ser sacerdote, terminando con él la dinastía Malto o de los Maltos como fueron
llamados desde un principio los hijos y descendientes de Mocuamalto o Don Diego
de Malto. Prueba de la existencia de Juan Maltos se encuentra en documentos
firmados por él y que se encuentran en los archivos de la parroquia de la Compañía.
De las hermanas se dice que
nunca se casaron eran propietarias del predio que actualmente ocupan las
manzanas comprendidas desde Damián Carmona hasta Bolívar, haciendo cuadro desde
Carranza hasta Julián de los Reyes. En esa gran extensión urbana vivían las dos
hermanas Maltos, mujeres de buen corazón i gran riqueza dedicadas a obras pías.
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Antigua calle de Maltos actualmente Venustiano Carranza |
Se cuenta que una de ellas
pertenecía a la Santa Inquisición, cosa poco probable ya que en ese tiempo las
mujeres no eran consideradas para la toma de decisiones ni dentro de la iglesia
ni dentro del gobierno ni asunto público. Ellas recibían en su propiedad a
mujeres que habían caído en desgracia, ya fuera por viudez u orfandad, les
instruían en letras manualidades propias de la mujer en aquellos tiempos tales
como costura y bordado amén de administración y cuidados del hogar, les
conseguían marido y pagaban la dote. En pocas palabras eran toda una
institución asistencial tan reconocidas que el tramo de la calle de Carranza
que corre desde plaza de los Fundadores hasta la Calle de Simón Bolívar se le
conoció durante más de un siglo como la calle de Maltos, aún a principios del
siglo XX así se le llamaba, en algunos planos de la ciudad fechados a finales
del siglo XIX se lee “Calle de Maltos”
Los Maltos se acabaron pero
la memoria de ellos quedó en el imaginario popular y como suele suceder la
historia se fue desvaneciendo hasta que en la primera mitad del siglo XX alguien
con buena o mala intención quiso inmortalizar a una de ellas equiparándola con
“La mulata de Córdoba” que pueden Uds. Leer en el Libro de Leyendas Potosinas
de Mariano Aguilar.
Texto de Adrián René
Contreras
Dibujo de Joda Mejía
Fotografía colección particular
Bibliografía: Velázquez,
Primo Feliciano; Historia de San Luis Potosí
Zarzosa, Jorge; El
Brigadier