viernes, 18 de marzo de 2011

La inundación del 33 en San Luis Potosí


Investigación y redacción:  © Adrián René Contreras Martínez

Muchas cosas sucedieron en el San Luis del siglo XX que afectaron a la población, pero tal vez la más grande catástrofe fue la inundación de 1933, tan grave fue, que parece querer borrarse de la memoria del pueblo al grado de que en este siglo se confunden fechas y ya nadie recuerda la magnitud del acontecimiento.
En San Luis existía la presa “La Constancia”, mas antigua y de menor capacidad que la “Presa de San José”, ambas estaban sobre el lecho del Río Santiago de tal modo que el agua que derramaba de la de San José era captada por la Constancia a la que en esas fechas ya había perdido el nombre y se le conocía como la Represa y años después como la “Contra-presa”.

Pues sucedió que en la tarde del 14 de Septiembre de 1933 comenzó a llover torrencialmente y el aguacero no paró durante toda la noche y madrugada del 15 en que amainó la lluvia, aún cuando se dieron ligeras lloviznas durante el día, no habrían de impedir los preparativos para la tradicional ceremonia del “Grito”, conmemorando el CXXIII aniversario de la iniciación de la Independencia Patria. Era viernes, los que no estaban concentrados en la Plaza de Armas estaban recogidos en sus casas, muchos ya dormidos antes de las 10 de la noche. Faltaban pocos minutos para que dieran las 11 que es la hora en que las autoridades del Estado Salen al balcón de palacio en esa fecha para hacer la ceremonia, cuando fuertes voces comenzaron a gritar “Se reventó la presa, se reventó la presa”, la gente comenzó a correr rumbo sus hogares esperando encontrar con bien a sus familias y los que estaban con sus familias corrían hacia el Santuario de Guadalupe que era la zona mas alta; en lo que cuento esto, el agua ya había llegado hasta el centro, en algunos lugares a una altura de 80 centímetros como lo muestran unos clavos que se colocaron después en algunos edificios y que son hoy en día el testimonio mudo y olvidado de aquella inundación. Actualmente muy pocos saben que son y por que se colocaron ahí esas marcas.
Considerando que el Centro de la ciudad es o al menos era la mitad de la ciudad, así como la de mediana altura entre los barrios pegados al Río Santiago y el Santuario de Guadalupe, tal vez podamos imaginarnos hasta donde llegó el agua en las zonas mas bajas, pero no fue que subiera el agua, fue una ola voraz que arrazo con todo lo que encontró a su paso, una gigantesca ola que se formó al romperse la cortina de la Presa la Constancia dejando escapar de un solo golpe “Seis millones de barriles de agua”.

Los primeros en sufrir el golpe de agua fueron los habitantes de la fracción de Morales, en seguida los de Santiago y siguieron Tlaxcala, el montecillo y Soledad.
Santiago y Tlaxcala fueron los barrios que mas sufrieron el embate porque a ellos les llegó el agua con todo lo que venía arrastrando de Morales.
No habían pasado cuarenta minutos de iniciada la hecatombe cuando el General Francisco S. Carrera Torres con 200 soldados de caballería divididos en patrullas, trataban de auxiliar a los habitantes de las zonas bajas, logrando con esto evitar mas muertes.
Todo el cuerpo de policía se unió a las fuerzas federales en este trabajo emergente, perdiendo la vida 2 uniformados al tratar de rescatar a varias personas.
Cuando amaneció la mañana del 16 de septiembre de 1933, el escenario era dantesco, muerte y destrucción por todos lados, la mitad de la ciudad estaba destruida.
Los puentes de Morales, Santiago, La tercera Chica y Soledad fueron barridos hasta los cimientos, el puente del ferrocarril (que ahora le decimos Naranja) que cruza el río Santiago fue severamente dañado por lo que se suspendió en tránsito ferroviario, quedando detenidos dos trenes de pasajeros y dos de carga hasta que se pudo reparar provisionalmente el puente, que le decía entonces de “El Viaducto”.
“La Granja” negocio y zona de recreo del Sr. Puyou desapareció por completo, también desapareció el viejo Teatro Arista en la esquina de Darío de los Reyes y Damián Carmona, sobre avenida de la paz, la plaza de toros la constancia resistió convirtiéndose en un contenedor de agua que duró varios días. Fueron 170 los cuerpos recuperados, de fallecidos en ese evento, no se contabilizaron los heridos ni los que fallecieron después a consecuencia de lo mismo, tampoco se consideraron los desaparecidos que junto con los heridos fueron muchísimos mas que los muertos, las casas destruidas o afectadas se contaron por miles. (alrededor de 4,000)
El domingo 17 gran parte de la población auxiliaba al ejército en su labor de remover escombros y desenterrar muertos.
De los dos policías que murieron en cumplimiento de su deber al rescatar mujeres, niños y ancianos, no conocemos ni sus nombres, sabemos de ello porque así lo mencionaron simplemente en los periódicos de esas fechas…. “dos policías”…..
Nunca se había visto tanta miseria y desolación pero también fue el momento de más solidaridad del pueblo potosino; como auxilio externo vino el primer batallón de zapadores al mando del Coronel Cravioto.
El ejército y particulares instalaron comedores, la gente se desprendía de sus cosas para compartirlas con los que habían perdido todo, el comercio en general aportaba lo poco y lo mucho que se necesitaba. El gobierno federal aportó una cantidad (¿?) que supuestamente se entregó al presidente de uno de los comités formados para paliar la desgracia: la realidad es que del destino de esos recursos ya no se supo nada, pero surgió un rico de entre la desgracia.
Era Gobernador Constitucional del Estado, el Gral. Ildefonso Turrubiartes pero las crónicas de esos días no mencionan nada respecto a acciones o labores realizadas por él, hoy se sabe que su administración fue en el siglo XX la que presentó mayor desorden hacendario.
De los casos conmovedores que se dieron fue el hecho de haber encontrado el domingo 17 de Septiembre de ese 1933, un envoltorio de trapos atorados en unas ramas a 9 Km. de Tlaxcala, con una niña menor de 6 meses. La criatura había pasado 70 horas en ese lugar, sin alimentos pero ilesa, nadie la reclamó. Otro fue un niño de dos años dentro de un barril acompañado de una gata y siete gatitos recién nacidos, cuando el niño fue encontrado, cuentan las crónicas que sonrió y pidió comida.
Los cuadros macabros fueron los mas: al ser removidos los escombros de una casa fueron encontrados muertos en una misma habitación a los 7 integrantes de la familia, el perro y el perico que fueron aplastados al derrumbarse su casa.
Un señor de sesenta años había salido de su casa para buscar unas medicinas, dejando bajo llave a sus 5 nietos, un sobrino y su esposa.
Las escenas de madres corriendo, llorando, llamando con palabras dulces a sus hijos perdidos, fueron desgarradoras.
Esa noche del 15 de Septiembre de 1933 muchos quedaron huérfanos o viudos o sin hijos. El trauma de ese acontecimiento duró muchos años después, todavía en la década de los cuarenta cuando caía algún torrente pertinaz, la gente dejaba sus casas y recorrían las calles hacia el santuario, alertando a la población con gritos de “Se va a reventar la presa”…..
Investigación y redacción:  © Adrián René Contreras Martínez

Fuente: revista “Alas” (órgano oficial de la 12ª zona militar) Nº 132 del 30 de sept. de 1933
Entrevista con Sr. Humberto Morones.
Dibujos (grabados) de J. Guadalupe Posada.
Dibujo Inicial de Niguel Melendez - Caligra

Para ver las fotos mas grandes y leer mejor el pie de foto de clic sobre la misma.


Marco Antonio Medina Leos comentó:
"….. recuerdo que mi abuelita Adelita contaba este suceso, ella vivía cerca de la corriente (av. reforma) y la hicieron correr hacía el santuario y se quedo afuera del hospicio dice que había tanta gente que ni se podía caminar y todos estaban rece y rece a la virgen de Guadalupe, patrona de aguas para que no se reventara la presa de San José……"

viernes, 11 de marzo de 2011

La Calle del Nejayote y Don Rodrigo el Choricero

Cada una de las calles del viejo San Luis tiene su historia su mito o su leyenda; Cuando San Luis era rodeado por siete pueblos (que en realidad eran seis) su extensión era ridículamente pequeña, sus límites eran la corriente (ahora calle de Reforma) que circundaba gran parte de la ciudad, el arenal ahora calle de primero de mayo y la alameda al oriente, por el sur la ahora calle de Comonfort.
En las cercanías de Aranzazu por la actual calle de guerrero y extendiéndose a reforma, que todo eso era baldío, se le conocía como los muladares, pero no eran muladares como los conocemos ahora, eran tiraderos de jales o sobrantes del mineral beneficiado en las diferentes haciendas que para tal efecto existían en las inmediaciones, enfrente de la actual plaza de Aranzazu existía un pozo público donde los vecinos se surtían de agua.
Como todas las ciudades San Luis Potosí fue creciendo hacia “las afueras” y pronto, sobre los muladares se construyeron casas, se abrieron calles que nombraban según referencias, como las de las carretas, que era Iturbide entre independencia y bolívar, el Callejón de la Bolsa” hoy Manuel del Conde, calle de una sola cuadra entre Iturbide y Ocampo, paralela a otra calle similar que es la de Herrera en honor al Gral. José Joaquín de Herrera y que primitivamente llamaban del “Nejayote” y también en un momento dado fue de “Las Carretas”, deduciendo con ello que eso de “Carretas” era por el rumbo donde guardaban o se concentraban carretas.
Algunas casas antañosas que se encuentran en esta calle nos dicen que ahí habitaron personas solventes sin decir con esto que fueran sobradamente ricas.
“Nejayote” es una palabra Nahuatl que viene de las raíces nextli, ceniza y ayotl, líquido y así se le llama al agua amarillenta donde se ha cocido el maíz, o sea el agua de nixtamal, desconozco por que se le llamaba así a esta calle de una sola cuadra, pero así fue conocida todavía a principios del siglo XX; con nombre tan original es de suponer que no se requerían puntos de referencia para ubicarla, si fuese el caso sería por un lado “La Famita”, una pequeña tienda en la actual esquina de Herrera con Iturbide, que era atendida por dos viejecitos, uno borrachín y el otro enojón y hacia el otro extremo de la calle, casi llegando a Ocampo, la gente entonces diría —Ahí… donde vive don Rodrigo el choricero— y como no, si la fama del chorizo que elaboraba era de tanta que cualquiera en San Luis ubicaba su casa.
“Don Rodrigo el choricero”, “Don Chorizo el Rodriguero” o simplemente “Don Chorizo” como humorísticamente la racilla se refería a él, vivía en la primera casa de la acera poniente casi esquina con Ocampo. Ahí tenía don Rodrigo, su fábrica artesanal de chorizo, elaborado con las mejores materias primas del mercado y el mas escrupuloso proceso sanitario, tanto así que muchos gustaban comerlo crudo por su frescura y sabor, sin consecuencias para la salud.
Desde muy temprano don Rodrigo el choricero colocaba una mesa en la pequeña puerta de su casa a donde la gente acudía para comprar al menudeo a centavo la bola chica y dos centavos la bola grande y también en su casa entregaba los encargos que con anticipación le hacían.
Debió haber horas pico de venta, por aquellos que le compraban muy temprano para desayunar o almorzar a temprana hora, los que pasaban a comprar para comer a medio día pero ya cuando sonaban las campanas de San Francisco llamando al rosario, no había ni una bola de chorizo para vender.
Todos conocían el punto de venta de tan delicioso chorizo y dicen que esa fue su perdición. Dicen que una tarde, ya "pardiando", le tocaron la puerta de su casa, solicito fue a abrir y se llevó la sorpresa de su vida, que en este caso fue la sorpresa de su muerte, pues resultó que un ánima en pena y con voz estropajosa le dijo que venia del otro mundo con el único fin de solicitarle unas cuantas "bolas" de chorizo... ¡Imagínese usted...! Por su parte don Rodrigo le hizo saber que ya para esas horas se había acabado la existencia del día, a lo que el anima de ultratumba le replicó qué “cualquier” otro día, previo el permiso que tenia que recabar, vendría, sí, seguro que vendría otra vez por el encargo Agregan las viejas cicateras, que desde entonces ya no hizo chorizo Dn. Rodrigo, al poco tiempo se le vio la, faz de un amarillo verdoso y falleció a los pocos días; esto sucedió en la década de los veinte del siglo XX, desde entonces la población potosina no volvió a probar tan delicioso complemento en sus comidas.
Fe de erratas: en la segunda foto donde dice "cemi-círculo" debe decir "Semicírculo"

miércoles, 2 de marzo de 2011

Hotel Progreso


La gran mayoría de los hoteles del viejo San Luis se instalaban en grandes casas que se acondicionaban para tal efecto, hasta que se realizó la primera construcción realizada con ese fin es el del “Hotel Progreso” que al dejar de funcionar hace no muchos meses el “Hotel Plaza”, se convierte en el mas antiguo de San Luis, además de ser el único que no cambió ha cambiado de nombre en sus mas de 140 años de existencia, no obstante haber cambiado de dueños

Este Hotel fue inaugurado en el año de 1870 por los hermanos Alberto y Eugenio Nicoux (el apellido se pronuncia Nicú), con el proyecto y realización del Ingeniero alemán avecindado en esta ciudad, Guillermo Retier, que entre otras cosas diseñó también los planos de la presa de San José en los años de 1895-1896 y los planos de albañales de drenaje para la ciudad en 1904.
El Hotel Progreso fue durante muchos años el hotel de más categoría en San Luis, se encuentra en la calle de Aldama, ocupando actualmente toda la acera entre las calles de Iturbide y Guerrero, aunque originalmente no fue así según lo demuestra una antigua fotografía donde se muestra que el Hotel progreso estaba mas cargado hacia la calle de Iturbide y posteriormente debió ser ampliado hasta la de Guerrero a contra-esquina del Jardín Guerrero o de San Francisco.

Desde su origen el Hotel Progreso contó con amplio restaurante, como debía corresponder a un hotel de franceses además de haber tenido este, fama de muy buen cocina internacional.
Hasta los años treinta del siglo XX fue atendido por la familia Nicoux incluso adquirieron el desaparecido Hotel Iturbide y le cambiaron de nombre a Hotel Nicoux hasta su desaparición en la década de los sesenta cuando fue ampliada la plaza de los fundadores.

En el restaurante del Hotel progreso se servían comidas o cenas para grupos así que es muy probable que haya sido ahí donde se originó aquella anécdota con el Sr. Coulón y no en el Hotel Nicoux como muchos pensábamos y que aquí repito para los que no la han leído o escuchado:
Resulta que los franceses avecindados en San Luis en el primer tercio del siglo XX, dieron una recepción de bienvenida al Sr. Coulón que en francés se pronuncia “Culón”, fue recibido por la Sra. Nicoux, recordemos que el apellido Nicoux se pronuncia en francés Nicú; pues bien la Sra. Nicoux, siguiendo el protocolo como anfitriona recibió al Sr. Coulón, le recibió el sombrero y el paraguas y lo acompañó hasta el lugar de honor que debía ocupar como festejado, se fijó en todo momento que los comensales fueran bien atendidos y cuando no había mas que hacer se retiró discretamente para dejar en confianza a los amigos, atendidos por una camarera y un moso, cuando el Sr. Coulón se retiraba, alguien se dio cuenta que buscaba algo y al cuestionarlo dijo que no encontraba su paraguas, entonces preguntó (literalmente) a la camarera:
—Donde está el paraguas del Sr. Culón?—
Y la camarera respondió de inmediato
—Ah… el paraguas del Sr. Culón? … La señora-nicu-lo-tiene—
Todos soltaron la carcajada; desconcertado el Sr. Coulón preguntó el motivo de tal hilaridad le explicaron la connotación que tomaron de la respuesta de la camarera y la connotación que la picardía mexicna daría a la pronunciación francesa de su apellido y a partir de ese momento el apellido coulón se pronuncia literalmente como se escribe.
El lugar donde fue el restaurante del hotel Progreso, en la esquina de Iturbide con Aldama es ahora un Bar solitario sus bellísimos estantes originales permanecen prácticamente vacíos, el Hotel sigue siendo muy visitado por ser un lugar limpio y ordenado, demás de su ubicación céntrica y precios muy accesibles, ha sido también locación de varias películas de época.
En sus mejores tiempos hospedó a las grandes personalidades nacionales y extranjeras que visitaban San Luis, en el tiempo de la revolución, llegaron a vivir ahí, por cortas temporadas, jefes revolucionarios y sus Estados mayores, fue el primer hotel que contó con el servicio de camioneta para trasladar a su clientela a la estación de ferrocarril y viceversa.
Durante los años treinta fue vendido al Sr. Arturo Díaz Infante y su gerente fue el Sr. Ramón Cots.

Nota: Durante el primer tercio del siglo XX y todavía en la década de los treinta el restaurante del Hotel Progreso fue el de mayor prestigio cuando era su propietaria la Sra. María Pons Nicoux qu además se distinguió como chef con especialidades en comida Francesa y Mexicana, ella fue la creadora del internacionalmente famoso “Mole Doña María” que envasó y distribuyó su cuñado Ignacio Hernández, creador de la firma “Herdez”

Para conocer mas al respecto, leer Revista La Corriente Nº 18 de Enero Febrero de 2011, pág. 20 “El Mole de María Pons que salio de Potrero, artículo de Javier Padrón


martes, 8 de febrero de 2011

LA ANTIGUA CAPILLA DE SAN NICOLAS OBISPO

HOY PALACIO DE CRISTAL DE SAN LUIS POTOSI.


Hoy presento un artículo de Juan Carlos Hernández Contreras, joven autor del libro Relatos Potosinos, espero sea de su agrado y utilidad.

El Beaterío o Colegio de Niñas Educandas de San Nicolás fue mandado edificar por Don Nicolás Fernando Torres, a fines del s XVII y principios del s XVIII; a él se debe también la construcción del Templo del Carmen, porque para este propósito dejó en testamento los terrenos y el dinero suficiente para la construcción del templo y su posterior manutención.
Según el historiador Rafael Montejano y Aguiñaga, la capilla del colegio (ubicada en el sitio que ahora ocupa el Palacio de Cristal), dedicada a San Nicolás Obispo, tenía semejanza en su interior con la iglesia del Carmen, pero al parecer la superaba en belleza al tener siete retablos, cada uno ellos eran de madera de cedro cubierta de oro.


El 2 de marzo de 1867, por ordenes del entonces gobernador Juan Bustamante, comenzó la destrucción de este patrimonio colonial, se demolió la torre y se destruyeron los altares en medio de una gran excitación popular (según el historiador Manuel Muro), pues la gente llenó toda la calle -ahora llamada de Álvaro Obregón- desde el Templo de la Compañía hasta el de San Juan de Dios para ver la tragedia cultural.

(La calle Álvaro Obregón se llamó en el siglo pasado: Calle Juárez hasta la década de los 30 luego por pocos años (dos o tres) Julián Carrillo y posteriormente y hasta nuestros días Calle Álvaro Obregón.

La foto fue tomada desde la parte superior del Templo de San Juan de Dios en 1885, ya para entonces de la Capilla de San Nicolás Obispo no quedaba mas que el exterior deformado, aun conservaba la cúpula pero carecía ya de la torre como puede apreciarse, al lado de la capilla se ve lo que probablemente aun sean restos del colegio. La calle que aparece en medio de la imagen es la actual de Álvaro Obregón, al fondo de ella se distingue, aunque algo borrosa, una de las torres del Edificio Central de la U.A.S.L.P.

Lo que quedaba de la Capilla de San Nicolás fue demolido totalmente en 1905 para construirse un nuevo edificio, el Palacio de Cristal, mismo que actualmente tiene un gran valor histórico para nuestra ciudad por tratarse de uno de los más importantes legados del Porfiriato para San Luis Potosí, lo mandó construir Eduardo Meade y fue el primer edificio que contó con elevador. Durante mas de treinta años fue ahí la Ferretera del Centro.

miércoles, 12 de enero de 2011

La tumba de Báez Lozano

Fue hace mas de año y medio que publiqué, primero en el desaparecido Noticiero de la Mañana, lo referente a la tumba del Lic. Ernesto Báez Lozano, que habiendo transcurrido tres años desde su fallecimiento, la tumba permanecía sin lápida, cuando el Rector Mario García Valdez escuchó esto se comunicó de inmediato vía telefónica para informar que él haría lo conducente para que la Universidad colocara la lápida a la tumba de tan ilustre universitario y así fue como la Universidad Autónoma de San Luis Potosí dotó de una lápida digna, sobria y elegante (muy a tono con la personalidad del Lic. Báez), la tumba del Maestro que tanto amó y trabajó por su Alma Mater.
La lápida fue como un regalo de cumpleaños al maestro Báez, que el 7 de noviembre del 2010 estaría cumpliendo 87 años.
Está compuesta de tres cuerpos, el horizontal, la lápida propiamente dicho, de mármol blanco con el nombre del maestro: Juan Ernesto Báez Lozano; su fecha de nacimiento: 7 de Noviembre de 1923; la fecha de defunción: 27 de Mayo de 2006; y en seguida un texto que dice:
A la memoria de un ilustre potosino,
poseedor de una cultura universal
y un humanismo eterno.

Por su espíritu y entrega a la
Universidad que lo vio nacer.

Como testimonio de gratitud a
un universitario excepcional.

Familia Báez Lozano
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SAN LUIS POTOSÍ.

Dos cuerpos verticales de mármol negro colocados en la esquina noreste de la lápida, sin tocarse, dejando un espacio entre uno y otra que haciendo simetría con sendos huecos rectangulares forma una cruz, una cruz transparente, como transparente era el Maestro Báez, en el cuerpo del lado de la cabecera (este) una frase de Robert Schumann:
“La música es el lenguaje que me permite comunicarme con el mas allá”
Cabe decir que el diseño de este monumento, creación de la Facultad del Hábitat, hace un hermoso contraste en ese museo que es nuestro viejo panteón municipal.
Fue colocado sin aspavientos ni lucimiento, sin publicitar ese acto amable de toda una universidad que se involucra entusiasta en los proyectos de su Rector.
Gracias Rector Mario García Valdez por su palabra cumplida.
Estaba por relatar las tristes razones por las que la tumba permaneció prácticamente cuatro años sin lápida pero sería tanto como meternos en pleitos de herencias materiales que al fin de cuentas se quedan aquí en la tierra cuando esta nos reclame.
Basta decir que la herencia que nos deja Báez Lozano a los que le conocimos, es la auténtica riqueza de él (como dice en su epitafio) “su cultura universal y humanismo eterno” y eso es lo que tenemos además de su ejemplo de hombre recto y transparente, que si abrevamos en él tendremos esperanza de dejar este mundo en mejores condiciones de cómo lo encontramos.

jueves, 6 de enero de 2011

Los Mesones

El comercio ha sido desde siempre el detonante económico de los pueblos, los comerciantes son protagonistas en la historia económica de las naciones.
En los pueblos prehispánicos, los Pochtecas (comerciantes), regularmente ricos, eran personajes socialmente importantes y políticamente influyentes, llevaban sus mercancías de un pueblo a otro, transportadas en sus propias espaldas o en las espaldas de otros, contratados ex profeso, y a donde llegaban eran bien recibidos, encontrando siempre quien les proporcionara albergue temporal.
En la colonia, los comerciantes, siguieron gozando de un lugar importante en la sociedad, transportando entonces sus mercancías a lomo de bestias o en carretas tiradas regularmente por equinos.
La principal dificultad para los comerciantes al llegar a los centros importantes de población era encontrar alojamiento pues si bien existían algunas posadas improvisadas, estas daban alojamiento únicamente a personas y los arrieros o carretoneros no podían darse el lujo de abandonar a sus animales y carga, por lo que se requerían lugares donde pudieran permanecer temporalmente a buen abrigo personas, animales y mercancías, por eso nacieron los mesones.
En la ciudad de San Luis Potosí llegaron a existir poco mas de veinte mesones siendo uno de los mas antiguos lo fue el “Mesón de la Sirena” en lo que hoy es la calle de Alcalde pero que hasta mediados del siglo XX se le conoció precisamente como “de la Sirena” y el mesón mas grande y funcional de todos y al parecer, el que mas perduró fue el “Mesón de Santa Clara” al que dedicaremos en esta misma entrada un apartado especial. Cerca de ellos estuvo también el “Mesón del Platanito” los tres a media cuadra distante uno del otro, como estuvieron cerca también por el rumbo del actual edificio de Seguridad Pública de Gobierno del Estado, a inmediaciones del actual eje vial, el “Mesón del Venadito” y el “Mesón de Belén”, por el rumbo del Barrio de San Sebastián el “Mesón de Santillán”, el “Mesón de San Antonio” en la actual calle de Madero a inmediaciones de la también actual Calle de Reforma, antes “La Corriente”; aunque hay quienes aseguran se encontraba del otro lado de esta, donde estuvo la cancha Morelos y actualmente es un estacionamiento, pero el caso es que ese mesón también dio nombre a la calle de madero que se conoció, al menos, en los tramos que llegan a Bolívar y Reforma como calle del Mesón de San Antonio. El “Mesón de San Francisco” que se encontraba contra esquina de la Alhóndiga, justamente en la calle de Morelos, donde topa la calle de Julián de los Reyes, actualmente hay unas oficinas del Seguro Social algunas tiendas, donde estuvo también la Fábrica de Cigarros, y de ahí siguen por diferentes rumbos, el “Mesón de San Ignacio”, el “Mesón de San Joaquín”, el “Mesón del Refugio”, el “Mesón de San Agustín, el “Mesón de San José”, el “Mesón del Ángel”, el “Mesón de Dolores”, el “Mesón de Milán”, el “Mesón de de la Providencia”, el “Mesón de Rocha”, el “Mesón de Santa Gertrudis, el “Mesón de la Mulita” y otros de menor importancia que por su poca vida se han perdido en el recuento de los tiempos.
Estos establecimientos eran estrictamente vigilados y reglamentados por el ayuntamiento aún en la época de la Colonia, el “Bando de buen gobierno” de la época refiere, a veces con minucias, las condiciones que se exigían, y además hubo regidores del cabildo, encargados de vigilar los reglamentos y buen servicio de los mesones de la ciudad.
Estos establecimientos, además de populares fueron indispensables, a ellos llegaban las recuas de bestias o carretas de carga con diversos artículos para el abasto de la ciudad y villas.
Don José Francisco Pedraza, en su “Litografía de ciudad antigua” , haciendo una evocación mas que remembranza, nos dice: “Fueron una estampa saturada del ambiente pueblerino, casi también menos que eso; eran los mesones un trasunto rural de las casas grandes de las haciendas: amplio portalón pavimentado de piedra bola, las amplias paredes de la entrada con techos de viguería; a uno y otyro lado bancas de material que eran los “descansos” incómodos y despostillados. Por ese portal se llegaba al centro del mesón, un ancho patio descubierto, siempre invadido por recuas de bestias y alineadas trincheras de fardos de costaleras panzudas o cajones de rejas de maderas toscas, huacales de varas y canastotes descomunales de carrizo, repletos de frutas o verduras.
Un olor de estiércol, alfalfa fresca y bestias trasudadas flotaba en el ambiente del patio al que abrían las puertas bajas de las estancias inmediatas, de ellas salían o entraban los rancheros tocados con sus (amplios) sombreros de copa cilíndrica, aguzada y prominente (….) Las mujeres, sudorosas de rostros toscos y morenos se tocaban con sombreros de palma, a los que dotaban, con rústica coquetería listones de colores o ramos de flores anémicas. A veces al frente de la copa lucían pequeñas imágenes de santos o mínimas cruces de palma. (……..) los rancheros ricos que vienen del Bajío o de la Huasteca o de Zacatecas (…) visten alba camisa y pantaloneras bordadas en el paño azul, abiertas desde la altura de la rodilla, portan chaquetín corto y ajustado, luciendo en la espalda y mangas complicados bordados elaborados con finos alambres, el sombrero de anchas alas y el látigo completan su atuendo pintoresco.
En el portal del mesón, la imagen religiosa, generalmente la Virgen de Guadalupe, cadenitas de papeles de colores, abajo el altar de dos o tres peldaños sostienen ramos de flores y torneados candelabros de bronce y al alcance de los fieles el repisón para las veladoras y a uno y otro lado las alcancías para las limosnas.
En la pared de frente al altar, la estancia del “huésped”, así le llamaban generalmente al administrador; a él se le pagaban los reales o los pesos duros por la estancia de los animales y el consumo de pastura, con él se entendían los servicios menores que prestaba el establecimiento: composturas de ruedas, herraduras, curaciones… ahí se compraban también ungüentos y medicinas veterinarias, las arciones y frenos, los estribos y cabezadas sin faltar las famosas reatas “de Chavinda”.
Arriba de la puerta, ocupando un ancho tramo de la pared, una leyenda con toscos letrones bien visibles, ornada por ingenuas guirnaldas de colores desvaídos, advertía a los clientes:
“ALOJAMIENTO POR (el nombre del propietario) PIOQUINTO GUTIERREZ”
El que sesteé y consuma pastura pagará la mitad de su valor.
No se responde por caballos o animales perdidos
Se reciben caballos y carruajes a pensión
Hoy no fío, mañana si.


El “Mesón de Santa Clara”
Sin duda el más importante mesón de la ciudad lo fue el “Mesón de Santa Clara” que tenía su frente por la actual calle de Allende justamente donde se encuentra la calle de “Santa Clara” y la parte de atrás daba a la actual calle de Pantaleón Ipiña y por los costados la actuales calles de Mier y Terán y Guajardo, o sea era enorme, ocupaba lo que hoy son dos grandes manzanas, originalmente era ahí una hacienda de beneficio de platas y fue adquirida por el francés don Jerónimo Verdier para construir el mesón que abrió sus puertas en 1798, tenía treinta y ocho piezas de habitación, los establos, corrales, bodegas, la casa y oficina del administrador, sin faltar la fonda estratégicamente colocada para dar servicio tanto a huéspedes como público en general. La calle de Mier y Terán era entonces una corriente de agua como muchas que había en el San Luis de entonces.
El “Mesón de Santa Clara se convirtió en cuartel (la primera vez) en 1846 para alojar a las tropas del ejercito que aquí se formó para ir a pelear en Texas contra los norteamericanos invasores, posteriormente volvió a ser cuartel durante la guerra de reforma y la invasión francesa.
En el año de 1886 aparece un anuncio de una plana en el “Almanaque Potosino de Antonio Cabrera” y el anuncio titulado “Venta del Mesón de Santa Clara” dice entre otras cosas que ha dejado de ser cuartel desde hace más de dos años. Que es único en su género en esta plaza por el sistema cómodo y módico para toda clase de pasajeros, transeúntes, arrieros y carreros. Que tiene corrales y cocheras y bien acondicionados “Macheros” para contener quinientas bestias. Que ahí se encuentra agua en abundancia, así como maíz y pastura a precios corrientes de plaza y que está muy céntrico, menciona ya las calles 2da de Mier y Terán y 4ta de Allende, menciona también que cuenta con servidumbre inteligente y magníficos veterinarios, que se reciben, a precios convencionales, caballos y carruajes a pensión, así como comisiones de compra y venta de animales (compras a consignación), el anuncio lo suscribe Manuel F. Tolentino.
Durante la Revolución, en 1915 para ser precisos el “Mesón de Santa Clara” vuelve a ser cuartel, primero de villistas y después de carrancistas.
Afuera se instalaron los soldados de la guardia permanente y en el Zaguán los bancos de armas, en tanto que las accesorias del interior fueron habilitadas para habitaciones de oficiales y soldados. El patio se llenó de materiales de guerra.
Después de la Revolución el “Mesón de Santa Clara” fue propiedad del Sr. Lic. Manuel Aguirre Berlanga y volvió a ser mesón, pocos años después pasó a ser propiedad del Sr. Guillermo Básich de Antonio quien lo hipotecó al Sr. Pedro Gómez de Cervantes. Buscando descendientes del Sr. Basich entrevisté al Sr. Fernando Velasco Básich quien me contó que su tío Guillermo murió teniendo hipotecado el mesón, por lo que al no haber quien pagara la hipoteca, se perdió la propiedad.
Para la década de los treinta, la demanda de servicios de mesón era escasa y casi nula, por lo que este y otros mesones comenzaron a convertirse en vecindades o fueron demolidos, probablemente al único administrador que le tocó esta transición haya sido a don Juan Aguilar que fue administrador del Mesón de Santa Clara desde aproximadamente 1910 hasta 1930. En los cincuenta el mesón dejó de existir al ser adquirido por Ruiz del Valle que fraccionó y construyó ahí sus almacenes ahora en decadencia.
Don Juan Aguilar tuvo cuando menos tres patrones diferentes, fue testigo de la última vez que el mesón se convirtió en cuartel, de la pérdida del inmueble por la hipoteca no pagada.
Yo había dado por concluido este artículo sobre los mesones pero antes de publicarlo me permití mostrarlo a Juan Manuel Aguilar, bisnieto de don Juan Aguilar quien me sugirió detuviera el artículo, en tanto arreglaba una reunión con su tía Carmen que recordaba algunas cosas de la familia y el mesón de Santa Clara, donde había nacido. La reunión se realizó a los pocos días aprovechando el festejo de presentación al templo del hijo mas pequeño de Juan Manuel, la familia en pleno fue convocada, se sirvió un delicioso pozole a los invitados que al parecer habían estado llegando desde temprano, la tía Carmen estaba ahí, todos reunidos en torno a una gran mesa escuchamos atentos a la tía, quien platicó que su abuelo Juan vivía en el estado de Michoacán cuando la Revolución y al escasear el trabajo por aquellos lugares, su cuñado David Martínez Cerda, propietario del Mezón de La Estrella en la actual calle 16 de Septiembre casi esquina con Eje Vial (donde actualmente existe una Arena de Lucha libre), le consiguió trabajo como administrador en el mesón de Santa Clara, cuando el Sr. Basich murió fue adquirido por uno de los achichincles del General Cedillo que en ese tiempo se hacían de propiedades en forma fácil. Lupe la hija mayor de don Juan se casó con Enrique Tello, al parecer hijo del nuevo dueño del mesón, pero en un arrebato de celos, al descubrir una infidelidad de su esposo, Lupe tomó una pistola y l descargó sobre su marido con tan buena o mala suerte que no pasó de un gran susto y quizás algún rozón, ella corrió hasta el mesón y le contó a su padre lo sucedido, que sin pérdida de tiempo tomó lo indispensable y disfrazados salió con toda la familia huyendo de San Luis, refugiándose en Ramos Arizpe, donde nació el primogénito que debió llevar el apellido Tello, pero Lupe hizo correr el rumor de que el recién nacido había fallecido y lo registró como Aguilar, perpetuando con esto el apellido Aguilar.
De la transformación de este en vecindad, y los últimos usos que se dieron al lugar como el hecho de ser rentado a “Carpas de medio pelo” como la de Blanquita Morones que de vez en vez se presentaba con su elenco de cantantes, magos y artistas en la también última etapa de las tandas que ya les platicaré en otra ocasión, poco se precisa, simplemente se fueron dando esos cambios hasta su transformación en bodegas y locales comerciales que ahora existen en el lugar.

Fuentes:
Primo Feliciano Velazquez: Historia de San Luis Potosí
Manuel Muro: Historia de San Luis Potosí
José Francisco Pedraza: Litografía de ciudad antigua
Aportación oral de:
Fernando Velasco Básich
Humberto Morones
Juan Manuel Aguilar y su tía Carmen








lunes, 18 de octubre de 2010

El Mexican Rataplán en el Teatro de la Paz.

Donde los muchachos potosinos conocieron el "Charleston"

Algo había escuchado sobre el Rataplan que no es otra cosa mas que la onomatopeya del ruido de los tambores y es usado para denominar algunas fiestas patronales en España, donde la imagen del patrono se hace acompañar al ritmo de música de percusión y viento, así también se le llama a algunos ritmos afro-antillanos y que los argentinos han puesto de moda entre algunos sectores de la población ávida de cosas nuevas (¿?).
Y traté de recordar donde había visto o escuchado acerca del rataplán, cuando visitaba a mi amigo Luis Fernando García Viera que tiene una impresionante colección de periódicos del siglo XIX y principios del XX que ha puesto a la venta. Entre tanto periódicos, revistas y papeles viejos surgió un volante donde se lee:


¡SIGUE EL BOYCOT!
Lo que en un principio pareció a los católicos una simple medida preventiva contra la libertad del pensamiento y la Religión, va tomando ya cuerpo de doctrina y no hay hogar dé familia católica que no esté cumpliendo religiosamente con esta obligación.
Es la gota de agua que cae hasta perforar la roca, es la disciplina que impone la fe y, que es de una potencia formidable y efectiva. Con valor, firmeza y perseverancia estamos llevando acabo este boycot que nos llevará al triunfo. La única arma que tenemos para defendernos es la del
¡BOYCOT!


NO VAYAMOS AL TEATRO, en el que ya se anuncia el inmoral espectáculo de RATAPLÁN, muchísimo peor que los CINES, a los que tampoco debemos asistir. No usemos automóviles. No viajemos en primera. No compremos dulces, fruta, refrescos, antojos ni cigarros, menos del BUEN TONO. No gastemos en cosas innecesarias. Comamos con sencillez, es más barato el pan blanco que los pastelillos. No compremos flores, libros, música, vestidos, &. No compremos billetes de lotería ni la prensa enemiga del catolicismo.
Crea Usted en nuestro triunfo. Impulse a los cobardes. Sostenga a los débiles
Pase Ud.. esta hoja y todas las de propaganda a sus amigos o vecinos. Una hoja valdrá por muchas. No la destruya, antes haga que la lean todos los que puedan.

Me recordaba el boicot que la “liga de la decencia y las buenas costumbres” hizo de la obra de teatro “La Tarea” cuando estuvo por presentarse en el Cine Avenida por allá de los ochentas o noventas con María Rojo, o cuando intentó presentarse en el Estadio Plan de San Luis “Black Sabat” pero no lograba recordar lo del Rataplán, hasta pedí a mis amigos en el “Face Book” su ayuda para dar con el.
Pues resulta que a fines de la década de los diez del siglo XX vino a México una compañía francesa de teatro de revista o variedades, llamada Bataklán, propiedad de Madame Rassimi que tuvo un éxito arrollador en el gusto mexicano y de ahí le surgió la idea a alguien, de crear, ya en los años veinte, una compañía similar que puso por nombre “Mexican Rataplán” con un bien escogido elenco de bellas actrices y excelentes actores, no todos conocidos pero todos de calidad, iniciaban las funciones un desfile de hermosas señoritas con muy poca ropa y después la variedad con tiples cantando, actores actuando con chispeantes diálogos donde si criticaba a las figuras políticas del momento, sin faltar las frases en doble sentido, cosa inusitada entonces en un espectáculo público, así cuando “El Mexican Rataplán” vino a San Luis, el público potosino pudo conocer a Juanita Barceló y Anita Daniels acompañadas por Lupe Vélez que comenzaba a figurar y actores como el Panzón Soto, el Chato Rugama, Joaquín Pardavé y Pompín Iglesias —el primero— entre muchos actores mas que conformaban la compañía que hizo una muy exitosa temporada en San Luis.
Al respecto escribe Luis Antonio Castro Prieto, autor del libro “Aquel San Luis de los años veinte” (que pueden encontrar en las buenas librerías potosinas):
“Algunas señoras y señoritas de la Acción Católica, ofrecieron boicotear a los que asistieran a esas funciones indecentes para ellas, y acordaron levantar listas negras con los nombres de los hombres que vieran entrar al teatro, para lo cual se estacionaban frente al Coloso de Villerías —Teatro de la Paz—, y los jóvenes de esos tiempos teníamos que hacer gala de astucia para escapar de las miradas de aquellas damitas y pasar a ocupar nuestras butacas cerca de la pasarela para tener el gusto de ver mas cerca a esas esculturales bellezas. Sin embargo, ahí llegamos a ver a algunos señorones y señoras que aparentemente repudiaban el espectáculo, pero iban a presenciarlo ¡Y no se escandalizaban!
En esa temporada conocimos el “Charleston”; hay que recordar que entonces la radio estaba en pañales y no era fácil estar al tanto de las novedades musicales”.
Esa remembranza que hace el Sr. Luis Antonio Castro Prieto se complementa con la hoja volante que las damas “de la vela perpetua” hicieron circular en su afán de boicotear tan “escandaloso” espectáculo allá por los años veinte.