lunes, 28 de junio de 2010

San Luis Ayer y Hoy

Templo Santuario de San José

El templo de San José, donde se venera la imagen “Del Señor del trabajo” inició su construcción hacia 1882 en el lugar donde ya existía una ermita, al sureste de la "huerta de los carmelitas", ahora Alameda Juan Sarabia.
Su cripta es una de las mas grandes de San Luis Potosí, ahí descansan los restos de Monseñor Joaquín Antonio Peñalosa y de otros ilustres y no tan ilustres curas potosinos. Todavía en la década de los sesenta se podía apreciar desde el exterior, por algunos respiraderos, su interior, lo que hacía pensar a muchos que era parte de los tan traídos y llevados túneles.
Su torre fue terminada de construir hacia 1911, ahí estaba y existe una réplica de la Cruz de Camacho, testimonio de una historia como la de los Montesco y Capuleto que se puede leer en el libro “Relatos Potosinos de Juan Carlos Hernández Contreras.
En contra esquina de San José se encuentra actualmente “El Centro de Difusión Cultural Raúl Gamboa”, donde una vez estuvo una casona, escenario de la Leyenda “El Buen Doctor” que se puede leer en mi libro Leyendas de San Luis Potosí.
Cerca de San José se encontraba el Barrio de la Alfalfa, donde se encontraba “El Callejón de las manitas”, escenario de un trágico acontecimiento que dio origen a otra leyenda.



En esta fotografía se aprecia la construcción de la torre o campanario que se encuentra en la parte central dando marco a la entrada al templo.

La torre casi terminada, aún con andamios, pero ya se puede apreciar prácticamente en su totalidad.


Hacia 1920, el Templo de San José lucía esplendoroso desde la parte sur de la alameda. La caja de agua había quedado en desuso y en el cruce de las actuales calles de Universidad con constitución se encontraba el monumento a Vicente guerrero que posteriormente fue trasladado al centro del Jardín de San Francisco.

Actualmente la vista al Santuario de San José se aprecia así, prácticamente perdida en una calle que se hizo angosta y donde en lugar de carretas de parsimonioso andar, transitan ahora raudos y ruidosos modernos vehículos que luchan por ganarse el paso y cuyos conductores apenas si se percatan de la maravilla ecléctica única en su género, sólo queda como testigo silente la vieja caja de agua que muchos desconocen que fue y para que servía.


viernes, 4 de junio de 2010

Relatos Potosinos


En abril pasado salió a la luz un nuevo libro de cosas viejas, editado por “Casa Editorial Contreras”: Relatos Potosinos de Juan Carlos Hernández Contreras, un joven que a sus 23 años se ha dado a la tarea de buscar Leyendas, Tradiciones y crónicas de acontecimientos que en un momento dado han sido parte de la historia popular y otras que afortunadamente siguen siendo parte de nuestra tradición, como es la forma en que se vive el Viernes de Dolores en el Barrio de Santiago, específicamente en el Callejón del Buche, actualmente Calle de Altamirano; “El hombre sin cabeza”, “La Cruz de Camacho y la Cruz Colorada”, que encierra una trágica historia; El misterio que encierra la historia de los Candiles de San Francisco y el Santuario” que de origen debieron ser tres; El señor del Saucito, su leyenda y su tradición.
Toca en su libro, además, temas como el de los Túneles, manteniendo viva la inquietud por encontrarlos, Juan del Jarro que no puede faltar en un libro de historia popular de San Luis; la crónica “del equipo del milagro”, algo nuevo que puede ser de interés para los jóvenes futboleros.
El libro de Juan Carlos Hernández Contreras es un viaje a través del tiempo por las hermosas calles y viejas casas del San Luis de todos los tiempos, que a veces resultan misteriosas cuando las ruedas de una carreta se escuchan rodar sobre sus duros adoquines, o cuando los tacones de una mujer son percibidos pero ella no.
Su estilo fresco hace de “Relatos Potosinos” una lectura amena y ligera que le hace devorarlo con los ojos, dejándole la satisfacción de haber aprendido algo nuevo de San Luis.
La edición estuvo a mi cargo y he de confesar que antes de leerlo con detenimiento tuve la intensión de hacerle algunos cortes y concretarme directamente al cuerpo del tema, pero sinceramente hubiera sido un error porque este es un libro que servirá a nuevas generaciones para conocer los momentos que reseña Juan Carlos en su obra.
Ud puede adquirir ya este libro en las principales librerías potosinas y en el puesto de libros del Jardín Colón.

domingo, 23 de mayo de 2010

El Jardín Colón y la torre de su reloj

El robo de un siglo
El Jardín Colón, al parecer el único que conserva su nombre original u oficial desde que se instituyó como tal, aunque coloquialmente durante algún tiempo, incluso hasta poco después de la segunda mitad del siglo XX algunos le nombraban también el jardín de la merced, por encontrarse donde fue el convento de “La Merced”, por ahí estuvo también la capilla de San Lorenzo al lado poniente donde una vez estuvo una palmera que fue quemada por un rayo, del lado oriente del jardín se encuentra el ahora Mercado Tangamanga, aunque todavía en la década de los sesentas del s. XX se le conocía como Mercado de la Merced, hasta que un día a alguien se le ocurrió nominar lo mas que pudo con el nombre de Tangamanga.
Al Jardín colón se llega desde el centro, en forma directa, por la ahora calle de Zaragoza que tuvo diferentes nombres, oficiales o no, que fueron de “La Merced” y “San Lorenzo” principalmente, “de la Concepción”, “Vargas” y “De los Afligidos” según se puede ver todavía en algunas placas de cerámica a lo largo de la calle.
El jardín colón cuenta con el único pozo artesiano cuadrado en San Luis todavía en funciones, tiene cuatro corredores que parten del centro donde está la torre del reloj regalado por la colonia española al pueblo de San Luis Potosí con motivo del primer centenario de la independencia, según se ve en su enorme placa de mármol fechada en 1910, esta es la principal característica del jardín además de que al final del corredor sur parte La Calzada de Guadalupe y a unos pasos se encuentra la Caja de Agua.
Durante casi un siglo el reloj del Jardín Colón dio la hora a los parroquianos, anunciando los cuartos de hora, las medias horas y las horas con diferentes sonidos que salían del pequeño carillón que accionaba las campanillas de la parte superior de la torre se aprecian cuatro carátulas con números romanos que como característica particular tienen el cuatro señalado con IIII y no IV.
Pero sucedió hace justo un año, cuando aún era gobernador del Estado el Contador Marcelo de los Santos Fraga y un sobrino de él encargado de monumentos, la maquinaria del reloj fue sustraída a plena luz del día, arrancando la cerradura de la puerta y en cuestión de minutos extraída la maquinaria, dejando abandonadas las cadenas y cuerdas de las carátulas y campanas, preguntando por ahí, a las personas que frecuentan el jardín, si alguien se había dado cuenta, me contaron que fue alrededor de las 11 de la mañana de cualquier día de abril o mayo de 2009 eran dos personas con uniforme de trabajo y con una camioneta que traía la razón social de una relojería, hubo quienes me aseguraron que el nombre era “La Esmeralda” y que las placas de la unidad eran… unos que de Querétaro y otros que de Puebla, que pensaron se lo estaban llevando para repararlo, pero cuando vieron que la chapa o cerradura había sido arrancada comenzaron a sospechar (inocentes palomitas) que podría tratarse de un robo.
Ahí tenemos que mas de 99 años, prácticamente un siglo de nuestra historia fue robada en la total impunidad, curiosamente un fin similar lo tuvo el reloj de la estación de ferrocarril que aunque mas nuevo que el del Jardín Colón, fue el mas preciso y exacto de todo San Luis.
Podrán las autoridades poner de manifiesto su competencia rescatando estas y otras piezas robadas y/o perdidas y mas aún podrán preservar nuestro patrimonio arquitectónico histórico y cultural?

miércoles, 31 de marzo de 2010

Las Guardaesquinas

Una de las reliquias que conserva la ciudad de san Luis Potosí, como testimonio de un pueblo antiguo son las guardaesquinas que aún pueden encontrarse en las esquinas de algunos barrios, son esas piedras colocadas como por descuido o capricho justamente en la unión exterior de dos muros que hacen intersección con dos calles.
Casi nadie sabe para que eran o que objeto tenían, unos dicen que eran una especie de mojonera para delimitar linderos otros que eran simples adornos como el de la esquina de Rayón con Xicotencatl que está cuidadosamente labrada en forma cónica con punta roma y da la apariencia de un piloncillo pero la verdad es que como las viejas casas de los barrios eran construidas de adobe y que a pesar de resistir los rigores del clima (muestra de ellos es que muchas construcciones de principios del siglo XIX aún se funcionalmente en pie) no estaban hechas para recibir golpes y era justamente en las esquinas donde la impericia de los carretoneros solía golpear con sus ejes o goznes las esquinas al voltear de una calle a la otra.
La gran mayoría de las carretas de trabajo que circulaban por la ciudad eran jaladas por bueyes y conducidas por …. prácticamente por los mismos bueyes y aunque las carretas o carretones eran relativamente angostos, el centro de sus ruedas eran una maza que sobresalía al perímetro de estas y era difícil medir las vueltas, por eso es que algunos propietarios de fincas que quedaban en esquina, previendo algún percance, o habiendo sufrido ya alguno, colocaban esas piedras para proteger la esquina.
Actualmente la tradición prevalece y hay quines colocan algunas piezas de acero para evitar que algunos automóviles que parecen ser conducidos por bueyes pero a mayor velocidad, se suban a las banquetas o golpeen los muros de fincas, sobre todo donde las angostas calles del centro y algunos barrios impiden maniobrar con toda tranquilidad.

sábado, 27 de marzo de 2010

La esquina de mi calle


La esquina de la calle donde yo vivía de niño, el cruce de las de Pascual M. Hernández y Xicotencatl, es el primer recuerdo que guardo del mundo exterior, de cuando comencé a saber que el mundo se extendía más allá de mi entorno familiar.
En esa esquina mi papá abordaba el camión urbano que lo llevaba a su trabajo en la estación de ferrocarriles, en una de las esquinas de ese crucero estaba la tienda de abarrotes vinos y licores “La Holandesa”, atendida por doña Helenita, mamá de don Fernando, el dueño de la primera tienda parcialmente de autoservicio: “El Triunfo”, ubicada al lado sur del mercado Tangamanga, con calle de por medio.
Doña Helenita era como la abuelita de los niños del rumbo, su mirada y sonrisa estaban siempre llenos de ternura.
En la otra esquina, estaba la tiendita de Doña Petrita y Doña Arcadia. No se de que vivían este par de señoritas, su tienda y casa eran un solo cuarto, y la tiendita estaba mal surtida, pero gozaban también del cariño de los vecinos. Junto a la tienda de Petrita estaba el expendio de petróleo que entonces era imprescindible, porque había estufas de petróleo, a los calentadores o boilers había que echarles un chorrito de petróleo sobre la madera, papeles o cartuchos de aserrín para hacerlos arder, y los “Quinqués” o lámparas de petróleo que no faltaban en las casas, por aquello del apagón, que era frecuente, y en invierno los calentones de petróleo que nos dejaban las narices tiznadas.
En la otra esquina estaba la tortillería atendida por afanosas mujeres que se turnaban en el quehacer, una tomaba un poco de masa y hacía una bolita que colocaba en la banda de la máquina tortilladora, giraba una manivela, recorría la banda con todo y masa al interior de la máquina, luego accionaba un pedal que imprimía presión, giraba la manivela en sentido contrario y aparecía la tortilla cruda, la tomaba con la facilidad que solo da la práctica y la lanzaba a un enorme y negro comal cuyo quemador también funcionaba a base de petróleo, ahí alrededor del comal había otras dos mujeres que volteaban una y otra vez las tortillas que cuando estaban casi listas se inflaban majestuosas y solo entonces cambiaban del comal al cesto, de donde la despachadora las tomaba para entregarlas al consumidor que llevaba preparado su veinte para pagar el kilo de tortillas.
En la otra esquina estaba la casa de don Antonino Medina Covarrubias, esa casa prácticamente la construyó él con sus propias manos. Don Antonino era maquinista ferrocarrilero, muy alto y corpulento, que ocupaba sus días de descanso a poner ladrillos en su casa y cuando estuvo decorosamente habitable se trajo de Cárdenas a su familia, con quienes hicimos una estrecha amistad por la coincidencia de edades de unos y otros, que como suele ser común en estos casos, nos llegamos a sentir como parientes.
En ese crucero es donde vi asombrado al Señor de los Zancos, un ingenioso publicista que utilizaba entre otras técnicas la de subirse a unos zancos de dos metros de alto y con un magnavos gritaba la publicidad de la compañía que lo había contratado. Cuando lo vi por primera vez, estaba haciendo publicidad a unos chicles que tenían como mascota un negrito. Muchos años después, supe que el Señor de los Zancos, de quien hablamos en otra ocasión, se llamaba Jesús Brieño.
No recuerdo que en ese crucero haya pasado algo malo, a no ser que en el expendio de petróleo, se colocó una casilla electoral cuando las elecciones en que contendieron Nava Vs López Dávila para la gobernatura del Estado, fui testigo de la destrucción de muchas boletas, hecho que entonces ni atención le presté, solo recuerdo que recogí un buen montón de boletas rotas y me las embolsé para jugar, pero cuando mi papá las descubrió hizo un coraje fenomenal, ello que me hizo entender, años después, lo que se urdió en aquel expendio de petróleo.
Finalmente déjeme contarle que por ese crucero pasaba recorriendo la calle de xicotencatl, a partir del mes de Octubre, muy de mañana, casi antes del amanecer o apenas amaneciendo, un hombre con un carretón de mano que con potente, y rasposa voz anunciaba “Ráiz Tatemada” que era camote cocido con piloncillo y canela, tal vez preparado en forma muy sencilla pero resultaba delicioso.
Y era entonces, cuando la voz del hombre aquel se escuchaba en las silenciosas mañanas ofreciendo su mercancía, cuando sabíamos que los fríos estaban por llegar.

lunes, 22 de marzo de 2010

Carlos Trejo nos quiere robar nuestras leyendas

En cuestión de fenómenos paranormales Usted es muy libre de creer o no, así se lo platiquen o sea testigo de alguno de ellos, las leyendas que están muy llenas de matices paranormales son sólo eso leyendas que como decían los viejecitos del campo, “no es para creerse pero tampoco para dudarlo, lo cierto es que forman parte de nuestra cultura, y en mucho dan identidad a las porciones de la sociedad que comparten aquellas leyendas, que mejor dicho sería “tradición oral”, ellas se van modificando con el tiempo, por ejemplo he leído tres versiones del Callejón del Diablo, mejor conocido en la actualidad como Calle de Zamarripa, que aunque en esencia coinciden en el tema, la trama resulta totalmente diferente y en alguna ocasión se las contaré ya sea en este espacio o en algún librito que aparezca en el futuro. La llorona es otra leyenda que aparentemente se cuenta igual a lo largo y ancho de la República Mexicana, con variantes muy propias de la idiosincrasia de la comunidad donde se platica. Las Bicicletas automáticas es otra leyenda que junto con la del burro de Extensión aparecen localizadas en San Luis y algunos municipios del Estado de México y de Hidalgo y que Ud puede conocer en el libro “Leyendas y Cuentos del Viejo San Luis” de Peritos y que se encuentra a la venta en todas las Librerías respetables de San Luis. Incluso hay adaptaciones de leyendas que se toman de otras, como la Maltos de Mariano Aguilar y que no es otra cosa que la leyenda de la Mulata de Córdoba adaptada irresponsablemente a un personaje potosino, pero es hasta cierto punto normal que las leyendas de un lugar emigren a otro con su gente, lo que no es válido es que personas que se dicen investigadores de fenómenos paranormales engañen a la gente, asegurando la veracidad de los hechos de una leyenda, y falsifiquen resultados de investigaciones que nunca se hacen, para lucrar con la buena voluntad de unos y la ignorancia de otros, tal es el hecho de Carlos Trejo que en su libro “Historias Vivas de espantos y muertos donde aborda la leyenda de “La Planchada”…. Nuestra planchada, de la que hay muchas leyendas similares en muchos hospitales de diferentes localidades, pero la planchada es muy nuestra, si no, pregúntenle a estudiantes, médicos, enfermeras, afanadores y demás personal del mejor hospital-escuela de México, el Morones Prieto mejor conocido como Hospital Central. Trejo le dedica 17 páginas en este libro,
supuestamente como el resumen de una investigación y hasta tiene la desfachatez de poner algunas fotografías de diferentes lugares haciendo creer en algunas de ellas que se trata del mismo hospital y no tiene empacho al mentir diciendo “ antes visité el hospital donde murió la planchada en el Distrito Federal. Se trata del Hospital Dr. Miguel Otero, ubicado en la avenida Juárez” . Primero: en la avenida Juárez del Distrito Federal no existe ni nunca existió un hospital con el nombre de Miguel Otero, el hospital Miguel Otero estaba en la Avenida Juárez, actualmente calzada de Guadalupe de San Luis Potosí, mas preciso donde está actualmente el centro de salud, a unos pasos de la Cruz Roja. Con esto queda de manifiesto que el señor Trejo no hizo ninguna investigación al respecto. Y peor aún dice que la Planchada se llamaba Eulalia, nombre que todos sabemos le dio Mariano Aguilar y así lo manifestó en su momento, sólo por darle un nombre. Luego, Trejo, en un video de You tube asegura que “Eulalia” fue asesinada en un hospital naturista de Tamaulipas. Uff.
Y otra mas, la Dama Enlutada que es también una leyenda muy nuestra y que venimos escuchando desde hace casi cincuenta años, Carlos Trejo la aborda en su mismo libro Historias Vivas de espantos y muertos, con el siguiente argumento “Todo comenzó la fría noche del 4 de Noviembre del año 2000...” Hágame Ud. el favor…, ahora resulta que lo de la Dama Enlutada sucedió hace menos de 10 años. ¿Pues que acabamos de nacer o que?, si como dicen que con una muestra se conoce el género o que para muestra basta un botón, deduzca Ud. que tipo de trabajo de investigación desarrolla el autonombrado Cazafantasmas, Investigador de fenómenos paranormales
Las Leyendas o tradición oral son del dominio popular por lo que no son protegidas por las autoridades del derecho de autor, pero moralmente si tienen patente social por ser parte de la cultura popular de un grupo o región y no se vale que charlatanes mercantilistas traten acuñarlas como producto de un trabajo que no realizan.

martes, 9 de marzo de 2010

El sueño inconcluso de ÉMILE BÉNARD…

Un nuevo inquilino ha llegado a mi biblioteca, una hermosísima obra de Javier Pérez Siller y Martha Bénard Calva, bisnieta esta de Émile Bénard, estudió en el Conservatorio Nacional de Música durante siete años; antes de morir su tía Luisa Bénard Stockausen, le pidió a Martha, que rescatara la obra del Arquitecto y Pintor y desde julio de 2004 se ha dado a la tarea de organizar y difundir su trabajo. Por su parte, Javier Pérez Siller, es potosnino antes que otra cosa, sociólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México y doctor en historia por la Universidad de París-I Sorbona. Ha difundido artículos y libros sobre el porfiriato y sobre la enseñanza de la historia. Entre sus publicaciones destacan L´hégémonie des financiers au Mexique sous le Porfiriat (París, 2003), El sueño inconcluso de Émile Bénard y su Palacio Legislativo, hoy monumento a la Revolución, (México 2009), y la serie de libros que ha coordinado México Francia: memoria de una sensibilidad común, siglos XIX-XX (México 1998, 2004 y 2010), en total han sido mas de 20 libros. Dirige el Laboratorio Virtual de Investigación y Docencia Histórica (LAVIDH www.mexicofrancia.org). Desde 1996 trabaja como profesor investigador en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, donde es responsable del proyecto México-Francia: presencia, influencia y sensibilidad. Y es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. (ver su currículum Vitae en la entrada anterior) (Ya estoy preparando su biografía simplificada para una próxima entrada).
De un tiempo a la fecha he venido observando que los libros escogen a sus autores, mas que los autores a los libros que han de escribir y este libro termina por darme la razón. Muy seguramente Javier Pérez Siller conocía de Émile Bénard, no en vano es Doctor en historia con especialidad en el Porfiriato, pero el asunto es que, por una de esa coincidencias que da la vida, conoce a Martha Bénard y es de imaginarse que para pronto salta el nombre de Émile Bénard a la mente de Javier y le pregunta si es ella algo del arquitecto y pintor y ahí se hace una conversación que no debió durar menos de una hora y que finalmente terminó en un bellísimo libro que no sólo nos habla de la vida de Bénard sino de lo que pudo haber sido el palacio legislativo mas hermoso del mundo y que quedó en un sueño.
Era el primer edificio o palacio que construía la República, Rivas Mercado, el arquitecto que diseñó la columna del Ángel de la Independencia, expresó, “El primer edificio que nuestra patria va a erigir tiene una desdichada historia”, esto lo dijo en 1900, antes de comenzar los trabajos de construcción, cuando sólo era un proyecto mas político que urbanístico, y resulta que también la construcción del palacio legislativo resultó tener una desdichada historia.
Javier Pérez Siller comenzó a escribir su parte desde hace justamente un año y tuve el honor de leer sus manuscritos o avances, quedándome maravillado de lo que pudo haber sido lo que toda mi vida he conocido como “El Monumento a la Revolución” , leía y cerraba los ojos para visualizar toda esa grandeza, me imaginaba a Bénard trabajando en su estudio, despertando con una idea que quizás había soñado y correr a su mesa de trabajo para dibujar un apunte o escribir algún dato.
El libro salió felizmente en noviembre de 2009 lo tuve en mis manos en diciembre, sabía que sería una buena edición como todas las que hace Artes de México, conocía los textos de Javier que daban para eso y mas, sin embargo creo que mi imaginación se quedó corta, me encontré emocionado con un libro de muchos propósitos, primero: es un libro para ver, para recrear la vista con exquisitas pinturas y fotografías antiguas de tal calidad que parecen tomadas ayer; segundo: es un libro para leer y disfrutar el estilo sencillo y elegante, sin rebuscamientos ni florituras; tercero: es un libro decorativo, digno de ocupar un lugar importante en cualquier biblioteca; cuarto: nos ilustra sobre la vida de un creador extraordinario, un realizador de grandes obras arquitectónicas, un apasionado de la pintura y quinto: la gloriosa historia de un proyecto que tristemente se convirtió en el monumento a una revolución que nos quitó el orgullo de tener el palacio legislativo mas hermoso del mundo.
Pero venido a cuentas merecerían nuestros diputados pisar un palacio de esa categoría?
El libro será presentado el día 10 de marzo a las 19:00 Hrs. en la Sala Francisco de la Maza del Museo Francisco Cossío antes Casa de la Cultura de San Luis Potosí, y el día 12 será presentado por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí en el marco de la Feria del libro.
Nota de última hora que hace Javier Pérez Siller en su invitación a las presentaciones de este libro y me parece importante compartir.


Como verán, se trata de un libro de arte sobre un arquitecto francés que vino a México en 1903 para hacer la obra más ambiciosa del porfirismo: el Palacio Legislativo Federal. Según Justino Fernández, estaba destinado a ser el edificio "más grande de América..."; pero la poca resistencia del suelo, la falta de dinero, la corrupción en las obras públicas y la política de los revolucionarios -que dieron prioridad al Palacio de Bellas Artes- fueron elementos que interrumpieron los trabajos; lo dejaron en el abandono y poco a poco se fueron desmontando las estructuras de acero, para reconstruir las destruidas vías de trenes. Solo quedó el gigantezco hall o sala de pasos perdidos. En 1933, argumentando su originalidad, el arq. Carlos Obregón Santacilia (tío abuelo de los Santacilia de San Diego de la Unión) propuso que se transformara en monumento a la Revolución....
En el fondo, el libro trata de explicar dos paradojas: la primera ¿cómo es posible que los porfiristas conciban como máximo proyecto un Palacio para que legislen los representantes de un pueblo que tienen sometido? Y la segunda, ¿cómo explicar que el edificio emblemático del porfirismo lo hayan convertido en el monumento a la Revolución que derribó a ese Régimen? Toda historia contiene un proyecto social, por ello el libro también es un pretexto para reflexionar sobre la realidad del modelo representativo que, desde la Independencia hasta hoy, pasando por la Revolución, se ha tratado de impulsar.... ¿cuáles son los logros, cuáles los límites, cuál su futuro?
A imagen de las paradojas, habrá dos presentaciones: una el miércoles 10, a las 19 horas en la Casa de la cultura. La otra, el viernes 12, a las 19 horas, en el 2o patio de la Universidad, en el marco de la feria del libro. Sería excelente si pueden asistir a una o a las dos, e invitar a sus amistades; en ambas estará el pretexto de la reflexión y, sobre todo, el brindis por la amistad.